No hay duda de que por sus actos, Omar Córdoba Hurtado -"El Decapitador de Coiba"- era un hombre que no viviría mucho, y cuyo final se preveía violento.
Era uno de los 12 implicados en el caso de la masacre de presos ocurrida en la antigua Cárcel de la Isla Coiba el 29 de enero de 1998. Había asaltado el Almacén Vakko en Villa Lucre y el Banco General de Plaza Carolina, y se había fugado en dos ocasiones. Encima de eso, cada vez que era recapturado mostraba una actitud desafiante y burlona.
No estaba corto de enemigos, y sin duda su fin ha hecho respirar de alivio a varios. Pero las circunstancias de su asesinato muestran un problema más grave y con un alcance mucho mayor para la comunidad y el país que las fechorías de un solo antisocial.
Omar Hurtado Córdoba fue asesinado mientras dormía con un arma de fuego que nadie ha explicado cómo entró, y disparada por alguien que aún no ha sido identificado, con todo y que el homicidio se dio entro del Pabellón 13 de la cárcel La Joyita; un lugar que por definición debería estar bajo control de las autoridades penitenciarias. ¿Quién estuvo en control durante el momento en que ocurrió el crimen?
El caso vuelve a generar preguntas sobre nuestro sistema penitenciario, así como denuncias de corrupción en sus funcionarios y hasta de "complicidad". De hecho, las extrañas y aparentemente inexplicables circunstancias en las que Hurtado fue ultimado mientras dormía, justifican la indignación por el caso, por más criminal que haya sido la víctima.
Asimismo, hacen imprescindible una investigación exahustiva, que no debe hacerse esperar.