Con pasión comentaban en la radio que la política era sucia y por tal razón no participaban como candidatos, opinión que hoy con tanto escándalo a causa de las declaraciones de Murcia y la campaña de insultos la convierten en triste realidad.
De fiesta democrática a carnavalesco espectáculo de mal gusto puede calificarse esta contienda política. El dantesco escenario que la politiquería ofrece por estos días al país y en el que hasta los más discretos han caído no construye un Panamá digno.
Los políticos contagiados de las malas acciones de otros desalientan a muchos votantes que aspiran a ejercer su derecho a elegir con honestidad a quienes deben gobernar este pueblo.
Como confites en piñata salen multiplicados los vergonzosos hechos que dejan mal parados a estos personajes. Acusaciones de narcotráfico, lavado de dinero, manejo doloso de influencias, prestaciones amañadas de servicios públicos e indolencia ante la inseguridad ciudadana que golpea duramente a la nación.
Quién puede creer en la política con un panorama tan sombrío como el que se observa a diario. ¿Los más optimistas o aquellos a quienes muy poco les importa?
Pienso que la política es un arte difícil de ejecutar y que para interpretar hay que conocer a profundidad. Se vuelve sucia cuando se trabaja con mala fe y sin conciencia. Por eso, hay quienes ven a la clase política panameña como traidores a los ideales de la democracia y libertad. Sus actuaciones así los señalan. Aquí no hay distingo de partidos, sólo de casos.
Las formas de dañar a la patria son varias, y para esto nada más mirar la manera como las instituciones de ley están debilitadas ante la injusticia de los malos actos. No importan si son nacionales o extranjeros los que atenían contra la paz de la sociedad civil. Verdad es que la sensatez debe volver a la ciudadanía por bien de todos los que habitamos el Istmo panameño.