El terremoto y tsunami en Japón has sido devastadores. Aparte del número no cuantificado de víctimas, los daños en infraestructura y a la economía nipona, son inmensos.
Daños en aeropuertos, edificios, puertos, carreteras, líneas férreas, tendido eléctrico, cancelación de más de 700 vuelos y centrales nucleares en peligro de explotar, dan un panorama de la tragedia.
La situación no ha sido peor, porque la furia de ambos fenómenos atacó a uno de los países con mayor preparación para enfrentar los riesgos tectónicos, pero aun así ni los japoneses ni el mundo olvidaran el 11 de marzo del 2011.
Para muchos, la amenaza de explosión en las centrales nucleares de Fukushima y la de Onagawa, debe marcar un debate para revisar las políticas energéticas mundiales de las próximas décadas.
Todavía está fresco el accidente de Chernobil ocurrido hace 25 años. El tema nuclear todavía hay muchas sombras y sin ser paranoicos, el riesgo cero no existe. Habrá que esperar que sucede con las centrales nucleares niponas. Por el bien del Japón y del mundo, esperamos que todo sea controlado y no produzcan fugas, pero aun así hay que revisar el tema.
En cuanto a Japón, siempre ha sido un pueblo con fuerza, coraje, esfuerzo y sacrificio. Lo demostró tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, cuando se levantó hasta convertirse en una gran potencia.
Poco a poco, Japón surgirá de las cenizas y será la nación que sorprende al mundo con sus avances.