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El protocolo de Kioto

Julio Sanjur | Estudiante

Desde que Daimler propusiera su motor de combustión interna, la revolución industrial ha tenido un ritmo de crecimiento sin precedentes y es que los niveles producción son exorbitantes, quizás nunca soñados ni por las mentes más futuristas.

El cambio del oro "enaltecido en tiempos de la conquista", por el petróleo, "el oro negro y sus derivados, "como icono y medio para llegar a la anhelada solvencia económica" han hecho que en nuestro entorno se presenten cambios substanciales en todas sus facetas, derrames, emanaciones de gases, deforestaciones y una sobreproducción a causa máquinas; nos han llevado a unos niveles de contaminación en todos los sentidos, hasta el punto que para muchos peligra nuestra subsistencia como ser humano.

Al respecto, las naciones del mundo han decidido realizar medidas para detener estos sistemas, que sólo son de crecimiento lúgubre y que remotamente de lograr un desarrollo integral, promueven más la brecha entre los ricos, haciéndolos más ricos; y los pobres, haciéndolos más pobres.

Una de esas medidas es el protocolo de Kioto, acuerdo que hoy tiene de su lado a 141 naciones responsables de un 55 % de las emisiones de gases de invernadero.

El desertor de estas medidas, los Estados Unidos de América, es el responsable de por lo menos un cuarto de las emanaciones mundiales, quien bajo el pretexto de no desmedrar su economía, no ha aceptado dicho acuerdo.

En conclusión, no podemos negar los objetivos importantes de este protocolo, pero los mecanismos atentan contra las economías de los países industrializados, en cambio otras naciones más que todo de la Europa mediterránea y del Este "países agrícolas", podrán aumentar sus emisiones, lo cual pareciera ser un mecanismo para que la Unión Europea, quien es la que lo ha venido promoviendo de susodicho protocolo, pueda imponerse a los Estados Unidos y ganarle terreno, por lo tanto, no debemos confundir los intereses por conservar el ambiente con los disfrazados medios que utilizan los diplomáticos europeos para cristalizar sus deseos EN PRO de ganar terreno frente a los Estados Unidos.



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