"Dejad que los niños vengan a mi". Es una de las frases que dijo Jesucristo que más cuesta comprender a los padres, cuando sus hijos mueren muy pequeños y en circunstancias inesperadas.
Los progenitores de los perecidos Daniela Estefany Cirea y Dowith Sánchez, ambos de dos años, no son la excepción. Aún no se resignan al fallecimiento de los infantes, que ocurrió después que el alero del edificio Lyon House les cayó encima, el domingo, en Calle 8 y 9 San Felipe.
La noche de la tragedia, José Mendoza, de 44 años, papá de crianza de Daniela, salió de su casa para ir a comprarle la leche y los pampers. Daniela, quería acompañarlo , le lloró para que la llevara.
José, quien es el vivo ejemplo de que "padre no es el que engendra sino el que cría", aceptó la compañía de Daniela. Luego de hacer la compra, José montó a Daniela sobre sus hombros y espalda e iniciaron el retorno a casa, sin imaginarse que la muerte aguardaba a la risueña, a pocos metros.
Al escuchar el estruendo, José cubrió a Daniela con su pecho, pero los pedazos de concreto les cayeron encima. Una vez tirados en el pavimento, Daniela le demostró el amor a su padre por última vez: se levantó, se acostó sobre él, lo abrazó y expiró.
José aún se encuentra grave en la sala de Cuidados Intensivos del Hospital Santo Tomás, está consciente, pero no sabe que su pequeña, que le gustaba cantar y bailar bachata, murió.
En tanto, los familiares de Dowith Sánchez, quien había cumplido dos años el pasado 18 de febrero, también se encuentran sumergidos en el dolor.
Según los que lo conocieron, Dowith tenía inclinación por la mecánica y la carpintería.
El padre del niño, Wilber Sánchez, a parte de sufrir su fallecimiento, está abatido por el estado de salud de su concubina Mireya Martínez, de 26 años, quien se encuentra inconsciente en el hospital.