Después de una agobiante semana de tantas noticias negativas y de tanta politiquería llegó la fiesta de los panameños: El carnaval, una celebración pagana que data de muchos años atrás.
Con este receso de cuatro días se espera que tanto los políticos, gobernantes y ciudadanos recarguen las baterías para despertar con dinamismo el Miércoles de Cenizas para empujar el desarrollo económico de la nación.
Se espera también que en este periodo de libertinaje desenfrenado los panameños tomen conciencia de las consecuencias de la promiscuidad, el abuso de licor y el manejo desordenado en las calles. No queremos muertos, este debe ser el objetivo de los que quieren disfrutar de estas fiestas, aunque ésta se trate de una tradición antirreligiosa que no agrada a Dios.
Para algunos estudiosos, esta tradición se deriva de las palabras italianas "carne y vale" que quiere decir " carne a Dios" indicando la excesiva sensualidad de los días carnavalescos.
El carnaval, como celebración anual, deriva de los Saturneles Romanas. Pero de un modo general se encuentran vestigios de estas fiestas en todos los pueblos desde la más remota antigüedad.
Son cuatro días en que la mayoría de las personas se olvidan que hay un Dios. Afortunadamente, existe un grupo de personas que asiste a campamentos cristianos para alabar al Señor, alejándose de todo el jolgorio pagano.
El pueblo debe entender que no hay que ser hipócritas para repetir el mismo discurso de los Miércoles de Ceniza y cantar "Perdona a tu pueblo Señor...", si en realidad en el corazón no existe la mínima voluntad de ofrecer un cambio positivo que agrade al Padre. Cada ser humano tendrá que rendir cuentas de manera personal y ojalá no sea demasiado tarde.