¡Increíble!, no existe otra palabra que describa la manera déspota de algunos hijos para con sus padres, esos que con tanto sacrificios se quemaron las pestañas y derramaron gotas de sudor por forjarle un futuro promisorio a esos que hoy, sin ninguna autoridad se atreven a levantarle la mano a sus padres.
Hace algunos días me encontraba en un restaurante, y observe a dos mujeres conversando sobre un tema, que sin yo conocer de quien se trataba me asombró, la señora contaba la manera en que una hija había golpeado a su madre frente a la mirada de asombro de los vecinos, quienes no podían hacer nada, pero todo fue rápido y por razones que ella desconocía, pero que tuvo lástima de la anciana que tirada en el piso y con ojos llenos de lágrimas, se quejaba y miraba a esa hija que con esfuerzo había convertido en una excelente profesional, alejarse sin remordimiento luego de los golpes que le había dado.
¿Qué sentirás esos hijos que se atreven a levantarle la voz a sus padres, y peor, a darles golpes?, ¿se arrepentirán?. Lo cierto es que no hay perdón para esos malagradecidos; no hay que olvidar que padre es padre, por muchos defectos que puedan tener.
Este problema, lo vemos en todas partes, incluso en las familias más adineradas, lo peor es que al día siguiente se presentan a sus lugares de trabajo dando ejemplos a los demás como si fueran los que más recto actúan. ¡Que barbaridad!.
En qué se convertirá Panamá si desde los hogares existe el irrespeto y cada quien hace deshace sin que le pongan freno. Debemos cambiar esas conductas poco razonables que solo provocan empeora las cosas.