Por espacio de varios meses, la república Islámica de Irán esta debatiendo la realización de elecciones parlamentarias, con el estigma de que los conservadores religiosos no quieren que los reformistas tomen mayor fuerza dentro de la principal potencia musulmana del Medio Oriente.
De hecho, de los 68 millones de habitantes de Irán, unos 50 millones son adolescentes y adultos no mayores de 30 años.
Los iraníes han sentido la presión de la cultura occidental y los cambios de la civilización tecnológica. La Coca Cola, la televisión por cable y la Internet ya hicieron mella en la política interna persa, desafiando el régimen de los Ayatolás que son seguidores del fundamentalismo islámico.
Quizás el factor determinante es que el consejo de los ayatolás no quiere que el gobierno reformista de Mohamed Katami desencadene otra revolución, esta vez contra los conservadores retrógradas. Y lo más sorprendente es que esta marea democrática contra el sistema islámico radical viene de las mujeres universitarias y la generación de jóvenes que quieren un futuro mejor.
Religión, política y democracia luchan hoy por definir a Irán y a su futuro.