Ahora que tiene "una cara como todo el mundo", Isabelle Dinoire desea recuperar una vida "normal" y que su trasplante parcial de rostro sirva para ayudar a otros, como a las cinco personas que esperan ya en Francia una autorización sanitaria.
Recuperar una vida "normal" con sus dos hijas y volver al trabajo, sin ser "acosada" por la prensa, es el principal deseo que acaricia Dinoire, de 38 años, que desveló su rostro y su identidad en una conferencia trasmitida en directo por televisiones de todo el mundo.
TEMOR AL QUE DIRAN
Dinoire leyó con dificultades para vocalizar un texto, siguió muy atenta las explicaciones de sus cirujanos y luego respondió con monosílabos o frases muy cortas a las preguntas de los periodistas de medios.
Desde su operación, practicada el último fin de semana del pasado noviembre, Dinoire se felicitó de tener "una cara como todo el mundo", de "poder abrir la boca y comer", así como de sentir "desde hace poco" los labios, la nariz y el mentón, es decir, toda la zona que su perra le arrancó a mordiscos el 27 de mayo de 2005.
"Fui a mirarme en el espejo y allí, horrorizada, no podía creer lo que veía, sobre todo porque no me dolía", declaró, en un tono monocorde y sordo, apagado por el hecho de que la parte inferior de su cara está aún inmóvil, lo que le impide cerrar la boca, pero no esbozar sonrisas, como hizo en varias ocasiones.
Ella, que antes de la operación tenía "miedo a las miradas de la gente" y ocultaba su rostro terriblemente desfigurado tras una máscara, ha recuperado su dignidad, se maquilla e incluso hoy aceptó posar para los fotógrafos, al término de la rueda de prensa de dos horas de duración.
Dinoire, que ante los objetivos de los fotógrafos bebió sin problemas un vaso de agua, algo impensable hace tan sólo dos meses, es consciente de que aún le queda trabajo por delante para reactivar todos sus músculos, pero el trasplante le ha abierto "una puerta al futuro" y generado una esperanza para otras personas.