En medio del más impresionante dispositivo de seguridad jamás visto en el Oriente Medio, cerca de 20 millones de iraquíes deben acudir hoy a las urnas para elegir a un gobierno democrático, bajo la sombra de las fuerzas de ocupación anglo-estadounidenses.
¿Quién iba a pensar hace un par de años que Irak, la tierra mágica de las Mil y una Noches, celebraría comicios libres, luego de la sangrienta dictadura de Saddam Hussein?
Empero, el callejón sin salida de la intervención aliada en Bagdad es ya evidente. Aunque hoy se elija a un gobierno, éste al parecer no será representativo.
En Irak hay tres grandes grupos religiosos y étnicos que luchan por el poder. Los sunitas, que gobernaron el pasado siglo a esta nación, han decidido boicotear las elecciones que ellos denominan "pro-estadounidenses". Además, muchos elementos del pasado régimen de Saddam son sunitas y en las grandes ciudades de Faluya, Ramadi, Baquba, Tikrit y Bagdad, no habrá participación masiva de la población en las urnas.
Por otro lado, los chiítas de sur, concentrados en Basora y Nayaf, buscarán formar un gobierno islámico pro-irani. Igualmente, el premier Iyad Allawi, que es chiíta, se pretende legitimar con estos comicios, pero discrepa en la formación de un régimen con los fundamentalistas.
Finalmente, los kurdos, aquel pueblo de ocho millones de personas esparcido en todo el Oriente, aprovecharán este día para demostrar su apoyo a Washington y conseguir cierta autonomía.
Para el resto del mundo, las malogradas elecciones de Irak son importantes pues demostrarán la capacidad de George W. Bush y Norteamérica de lograr la democratización de Irak