Los iraquíes acuden a las urnas el domingo en un ambiente de guerra y toques de queda, con un desolador paisaje marcado por las explosiones y cercado por alambradas, para elegir un parlamento que podría modificar el curso de la historia de su país.
A pesar de las intimidaciones y amenazas de la guerrilla, muchos iraquíes creen que deben cumplir su deber electoral. Para aquellos que vieron su vida arruinada por el régimen de Saddam Hussein y la violencia ciega que siguió a su caída, estos comicios traen la esperanza de un nuevo futuro.
Estados Unidos, que invadió Irak en marzo de 2003, y las autoridades iraquíes esperan la participación masiva de chiítas y kurdos, que sufrieron durante décadas el régimen del Baas, para que estas primeras elecciones libres desde hace más de medio siglo en Irak sean un éxito.
Las amenazas de extremistas como el jordano Abú Musab al Zarqaui, el hombre de la red terrorista Al Qaeda en Irak, no parecen doblegar la determinación de kurdos y chiítas. Pero Bagdad será la principal prueba para la participación en estos comicios.