Lo único que Kevin Johan Gómez, de 5 años hacía era jugar con un amiguito en un auto en Calidonia. Horas antes, John Gudiño y Emanuel Gudiño, vivían un día normal en su casa pobre de El Águila de Curundú.
Pero las vidas de estos tres niños acabaron violentamente, en incidentes relacionados con las pandillas. A Kevin le atravesó el cráneo una bala cuando se asomó un instante a ver qué sucedía en una balacera.
En tanto, John y Emanuel sufrieron una muerte espantosa envueltos en las llamas de un incendio que -de acuerdo con las investigaciones policiales- pudo haber sido causado por pandilleros como un acto de venganza.
Hace un tiempo, la mayor preocupación de los padres era evitar que sus hijos aprendieran malos ejemplos de personas del mal vivir. Hoy, lo importante es cuidarlos de que no terminen muertos por las fechorías de esos mismos elementos indeseables.
Ninguno de estos pequeños eran los blancos de los asesinos, pero terminaron pagando el precio más alto por sencillamente estar en el lugar y momento equivocados.
Y cada vez es mayor la probabilidad de que un momento de esos le toque a cualquier niño residente en barrios populares, dada la proliferación de armas de fuego, la expansión de las actividades pandilleras y la penetración del narcotráfico.
Nuestras autoridades de los tres órganos del Estado están en la obligación de establecer una lucha sostenida y firme contra la delincuencia, ya que las guerras callejeras y la violencia están llevándose a nuestros hijos antes de que tengan siquiera la oportunidad de diferenciar entre el bien y el mal.