Sí, nadie te ha prometido que la vida iba a ser fácil. Y si alguien con autoridad en tu vida te lo aseguró, se equivocó. Es este un camino duro, complejo, incierto, en el que cada uno tiene que imprimirle su estilo propio, encontrar su destino, hacer frente a los obstáculos, aprender de los fracasos, animarse cuando está abatido, y ser fiel a su propio ser y metas. Hay que tener mucha serenidad en todo el proceso, porque las tormentas aparecen cuando menos se piensa, y un buen capitán de barco o un piloto de avión, necesita "sangre fría" en el peor momento de la tempestad. Las crisis son parte de la vida. El gran error consiste en desesperarse y creer que no hay soluciones.
No estés justificando los errores, ni buscando excusas cuando fallas, ya que esa energía debes usarla para buscar la manera de no cometer los mismos fallos. Y si vuelves a tropezar, no caer en la trampa de sentir lástima de ti mismo, sino de levantarse con coraje, sacudirte el polvo y continuar, porque la vida es una batalla. Es de sabios reconocer los errores y enmendarlos y no echarle la culpa a todo el mundo de lo malo.
No es fácil el camino por razón de los mil obstáculos que aparecen. Son tantas las ofertas de caminos "medio hechos" o de senderos falsos que al final conducen al despeñadero. Los "profetas de la mentira" anuncian paraísos que no son más que espejismos. Se distinguen siempre por ofrecer senderos fáciles, donde el triunfo está al alcance de la mano, sin esfuerzo, sin sacrificios, donde se hacen trampas sutiles y buscan activar en uno deseos de placer y felicidad muy a ras de tierra. El engaño siempre está "a la vuelta de la esquina" y cuando llegan los problemas, desaparecen.
Nunca creas en el "triunfo fácil". Detrás de cada persona exitosa hay mucho de sacrificio, de renuncias, de corregir el rumbo, de reconocer que todo lo bueno cuesta, que hay que pagar un precie de "sudor, sangre y lágrimas" para alcanzar la excelencia. Los Bolívar, Morazán, Churchill Luther King, Gandhi, Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, y todos los miles de miles de héroes anónimos se hicieron a base luchar, fracasar, volver a empezar, no rendirse: suplicar al Dios de la Vida, al que todo lo puede, al que nosotros los cristianos reconocemos como el Verbo Encarnado, al Cristo Santo y Bueno, para vencer, sabiendo que con "Él cualquier cosa es posible", porque con Dios somos invencibles.