En ese instrumento sorprendente de la informática, que es el Internet, leo que en el Sistema Penitenciario Nacional hay recluidos 9 mil 220 privados de libertad, de los cuales 720 son extranjeros; de estos últimos, 385 son colombianos, 50 mejicanos y 42 jamaiquinos, los demás corresponden a otras nacionalidades.
Las mayores concentraciones de reos están en las cárceles de La Joyita con 3,271 y La Joya con 1,881, sumados a otros 1,171 retenidos en el penal de Nueva Esperanza, situado en Colón. Esto indica que en las dos ciudades terminales del Istmo están encarceladas 6,724 personas.
Si se toma en cuenta solamente el aprovisionamiento de comida a una población tan numerosa, se podrá tener una idea de la erogación que representa para las arcas nacionales el sostenimiento de una población vegetativa tan numerosa.
A esto se suma el hecho de que el sistema carcelario panameño no haya sido diseñado para reeducar al individuo y por contrario sirva de centro de reclusión forzosa donde el delincuente logra aumentar su caudal de conocimientos para volver a la sociedad a cometer sus fechorías con más habilidades.
La mayoría del personal que labora en estos centros reclusorios está clasificado como guardián de prisión I, que devenga un salario entre 350 y 450 balboas.
Aunque si observamos, existen proyectos de resocialización, muchos de los recluidos no califican por el tipo delitos por los que fueron penados.
También se lee en la Web del Sistema que en el año 2009 se reportaron 105 evasiones, de las cuales 35 fueron recapturados y 70 andaban prófugos.
Y más recientemente la Policía recapturó en uno de los centros comerciales de la ciudad a un sujeto que se había evadido de una de las cárceles adonde había ido por varios homicidios. Según el reporte oficial hecho publico, el prófugo de la justicia compraba los víveres para la cena de Navidad.