El Gobierno británico, la Policía y la jerarquía de la Iglesia católica se pusieron de acuerdo para ocultar que un cura católico, James Chesney, dirigió en 1972 uno de los atentados más sangrientos durante el conflicto de Irlanda del Norte.
La conspiración fue confirmada por un nuevo informe oficial, sobre la matanza de Claudy, una pequeña localidad rural de Irlanda del Norte, donde la explosión sin aviso de tres coches bomba mató a nueve personas, entre ellos una niña.