El Reino de los Cielos
Las lecturas bíblicas que se proclaman en la Liturgia de este domingo insisten en la superioridad de los valores espirituales, representados en el tema del Reino de los Cielos, ante cualquier otro bien o riqueza temporal. Es necesario, entonces, adquirir el discernimiento habitual que nos permita distinguir y jerarquizar los valores, para optar siempre por los que nos conducen a la eternidad.
El Reino de los cielos: el mejor tesoro
Las parábolas que Jesús utiliza hoy en el evangelio para acercarnos al misterio del Reino de los cielos ilustran muy bien la infinita superioridad de dicho proyecto (Reino), ante cualquier otra realidad, por importante valiosa o atractiva que parezca. La persona humana ha de estar dispuesta a sacrificarlo todo, es decir, a poner en un segundo plano todo lo que no conduzca al Reino de Dios.
Hay cosas que no necesariamente son malas, pero que pueden distraernos y desviar nuestra atención de los valores eternos hacia realidades temporales que deben ser medios y no fines en la vida.
Como el joven rey Salomón, necesitamos pedirle a Dios la sabiduría y el discernimiento del Espíritu Santo, para poder crearnos una clara y sólida escala de valores que, desde nuestra conciencia, nos permita optar siempre por lo mejor, es decir, por aquellos bienes que nos garantizan participar en la plenitud de la vida eterna. Y que podamos servirnos de los bienes temporales como si fueran puentes que nos conducen a Dios, y no barreras que nos impidan verlo y buscarlo.