Que difícil se ha vuelto , encontrar un lugar que satisfaga, le paladar de los que dusfrutan de la comida criolla
En días pasados luego de viajar escasos 25 minutos de la ciudad sobre la panamericana rumbo a Chepo, fuimos sorprendidos por el hambre en medio camino y casi por inercia al ver un curioso ranchito, sobre la vía nos detuvimos para ver que encontrabamos para calmar el tigre que nos rugía en el estómago
Para sorpresa nuestra encontramos un oasis que calmaría el necio felino estomacal, pues habíamos parado en una fonda.
Y hasta el nombre es típico, "El Garabato" que en el lenguaje folclórico, en especial el azuerense identifica el gancho de madera con el que el campesino mueve la hierba para luego cortarla con el machete.
La curiosidad fue tanta que logramos que los que ahí trabajan, todos con marcados acentos interiorano, nos invitaran a pasar y ver que había en cada fogón.
Para que contarles, en una enorme paila el cocinero preparaba un real y verdadero sancocho al estilo santeño, pues como nos dijo él un sancocho de verdad sólo lleva ajo, culantro, cebolla, pimienta en grano y buen ñame, pero boboso. Si lleva cualquier otro ingrediente deja de ser sancocho. Además, habían camarones, mondongo, sopa de costilla, y otros más.
Lo que más me gusto fue que me hablaron como si me hubiesen conocido de toda la vida.
De ellos me despedí y silenciosamente agradecí el que hayan guardado consigo algo que se pierde el bullicio de nuestra ciudad que crece, que no es mas que ser auténticos y ellos me dejaron ver en un buen palto de sancocho que todavía hay mucho por rescatar.