La corriente reformista, y en especial, su líder el presidente iraní, Mohamed Jatamí, afrontan hoy unas cruciales elecciones que pueden suponer la pérdida de una gran parte de su influencia política.
Jatamí, de talante aperturista, vivirá la prueba más dura desde que llegó al poder en 1997, impulsado por un programa de reformas que dio esperanzas a una población joven -casi el cincuenta por ciento de los iraníes son menores de 30 años- acuciada por el paro económico.
Pero sus ocho años de mandato y lucha por abrir el país al exterior pueden verse reducidos a nada si, como se prevé, los conservadores vencen en los comicios legislativos.
Ni las amenazas del presidente, ni el veto de los partidos reformistas han conseguido anular las maniobras de los conservadores, que con ayuda del líder supremo de la revolución, ayatolá Alí Jamenei, han reducido las opciones de los reformistas con la descalificación de más de dos mil candidatos.
Desde el primer momento Jatamí se fijó el objetivo de abrir su país al exterior, postura que le permitió ser reelegido en junio del 2001, gracias principalmente al apoyo de jóvenes y mujeres ansiosos de libertad.