La mediana indica que anualmente mueren en promedio cinco uniformados en actividades propias de su misión. Una cantidad que resulta alarmante para una institución compuesta por unos 15 mil hombres y mujeres.
Las mismas estadísticas señalan que este ha sido un año de luto para la Policía Nacional; siete uniformados han muerto combatiendo la delincuencia.
Esto evidencia que las calles del país son cada vez más peligrosas y que los delincuentes le han perdido el respeto a la Policía y a las instituciones encargadas de velar por el orden público.
La proliferación de armas en las calles, suplidas por grupos criminales relacionados con el narcotráfico, se ha convertido en una situación casi incontenible. En cualquier esquina se puede producir un intercambio de disparos entre delincuentes.
Pareciera una lucha de nunca acabar; mientras más droga y armas ilegales se incautan en el país, más aparecen como por arte de magia.
Los policías son panameños con familia que todos los días ponen su vida en peligro. Acertada ha sido la decisión de dotarlos de equipos y armas acordes con la labor policial que realizan. La idea es disminuir la cantidad de panameños inocentes que mueren a manos del crimen, incluyéndolos a ellos.