Panamá por su pequeña extensión, y sus valiosos recursos naturales, tiene que apostar por un verdadero desarrollo sostenible, que guarde las debidas proporciones entre el desarrollo económico y la preservación del medio ambiente.
Si bien es cierto que los complejos industriales impulsan las economías, también es una realidad que muchos dañan el medio ambiente.
Uno de nuestros mayores activos es el Canal de Panamá, las finanzas, el comercio y el turismo ecológico, actividades necesariamente ligadas a la preservación del medio ambiente.
No perdamos el norte de esta realidad, la protección del equilibrio ecológico debe anteponerse a los intereses de cualquier índole que afecten los ríos, la integridad de los bosques, los manglares y los arrecifes coralinos.
Los efectos de no cumplir estas premisas, ya se están sintiendo en las principales zonas urbanas como la ciudad de Panamá y Colón, donde la naturaleza anualmente se cobra sus cuotas de víctimas y daños materiales como consecuencia de deslizamientos de tierras e inundaciones.
Sólo por citar un aspecto alarmante que ya sufrimos, es la "muerte literal" de los ríos en las zonas urbanas, como el Mataznillo, cuya insalubridad provoca epidemias, enfermedades y malestar entre los moradores que viven en sus orillas.
A diferencia de otros países de la región, Panamá cuenta con una extensión geográfica limitada y una alteración en cualquier zona afectará irremediablemente a todo el país. Organismos como la Autoridad Nacional del Medio Ambiente y el Ministerio de Salud, tienen la obligación de custodiar el futuro ambiental de las nuevas generaciones de Panameños, preservando los recursos naturales. !No perdamos el norte!.