Su problema lo había trastornado desde niño. Había sufrido enormemente desde el día en que tomó conciencia de su aspecto físico y adquirió nociones de la belleza y la perfección, y esto porque nació con una nariz exageradamente grande.
Por eso los compañeros de escuela de Geoffrey Holman, de Londres, Inglaterra le ponían sobrenombres, sus hermanos se burlaban de él, y aun sus padres, de vez en cuando, bromeaban sobre su notable apéndice nasal.
A los quince años de edad Geoffrey no aguanto más. Se fue a un bosque cercano y se pegó un tiro en la punta de la nariz. Los médicos lograron coserle el pedazo de carne que se había volado con la bala, pero el muchacho resultó con una nariz todavía más grande. "Cuando se te deshinche -le informó el médico-, te haremos cirugía plástica."
Este mensaje va dirigido de manera especial a todas las personas que no se consideran agraciadas ni favorecidas con belleza física. En otro mensaje tratamos sobre un australiano víctima de una seria enfermedad ósea que lo convirtió en un monstruo. Él, no obstante, lleno de fe declaraba: "Dios no me ve feo."
No es raro que un alma muy hermosa viva dentro de un cuerpo que carece de estética. Por eso existe en la vida la ley de la compensación. A falta de belleza corporal, existe la belleza moral. A falta de bendiciones físicas, hay bendiciones espirituales.
De Esopo, el célebre fabulista griego cuyas fábulas han encantado a los niños durante más de veintiséis siglos, se dice que era jorobado y contrahecho. Del apóstol Pablo, que escribió las grandes epístolas o cartas de la Biblia, se dice que por ser muy bajo de estatura, su presencia era fea y despreciable. Pero la grandeza intelectual de Esopo y la nobleza espiritual de Pablo alcanzaron cumbres de renombre mundial.
¿Qué es lo que verdaderamente vale en la vida? ¿El cuerpo físico, que está destinado a servir de alimento para los gusanos? ¡Claro que no! Lo que vale en realidad es la mente, el ser interior. Lo que de veras tiene valor es aquella parte de nuestra vida que no se ve con los ojos: el alma, el corazón. Es con el alma que bendecimos a los demás, y sólo el alma vivirá eternamente.
Hay muchos que necesitan consuelo porque los agobian sus defectos. Pero hay Alguien que no se fija en el cuerpo, y que nos ama profundamente. Ese Alguien es Jesucristo, el Hijo de Dios.