Monseñor Rómulo Emiliani -Obispo panameño designado por el Papa Juan Pablo II en Honduras- está de visita nuevamente en su patria. Ayer nos confesó que extraña su país.
Sin titubeo reconoce que como todo ser humano "Claro que sí. Lucho mucho contra el pecado del egoísmo, la vanagloria, del orgullo, la soberbia...".
"Crítica" abordó la tarde de ayer, lunes, al prelado durante una breve visita a las instalaciones de la Editora Panamá América (EPASA).
Crítica: ¿Qué hace para no sucumbir?
Rómulo Emiliani: Estoy luchando hasta el día último de mi vida.
Monseñor Emiliani estuvo participando en el Congreso Latinoamericano de Psicología en esta ciudad, y hoy, martes, partirá hacia Costa Rica para asistir a una reunión de obispos centroamericanos.
Su destino último es Honduras, lugar donde vive desde hace dos años a raíz del nombramiento del Vaticano.
C.: ¿Cómo era Rómulo Emiliani cuando era niño?
R.E.: Un niño normal que me gustaba vivir en familia, tener buenos amigos, practicar deportes, ir a fiestas familiares.
C.: ¿Y de joven?
R.E.: También me gustaba ir a fiestas juveniles, bailes y todo eso.
El mensajero de Dios en la Tierra -que nunca fue monaguillo- compartió que la vocación sacerdotal le creció cuando culminaba sus estudios de bachillerato y cursaba la carrera de Derecho.
C.: ¿Qué era lo que más anhelaba para la Navidad, cuando era niño?
R.E.: ¡Un caballo! Pero eso era algo imposible porque yo vivía en Colón.
Sin embargo, aparentemente ese sueño se le cumplió cuando ejerció su labor sacerdotal en Darién, donde tuvo tres equinos: Eclipse, Sultán y Radio, los cuales regaló cuando se dio su partida a Honduras.
OTRA NAVIDAD
El próximo 25 de diciembre, cuando las familias se reúnan a celebrar la Navidad, Monseñor Rómulo Emiliani estará en Ceiba, comunidad ubicada a unos 200 Km. de San Pedro Sula, predicando, confesando y sirviendo a la gente.
"Estoy bien encarnado con la realidad de Honduras y me siento a gusto trabajando allá, pero por supuesto que amo y extraño a mi país".