Son varios años los que tenemos de estar escuchando y leyendo sobre la figura denominada Zar Anticorrupción.
Con franqueza, no comprendo cómo se pueden incorporar estas tres palabras en una misma idea o en un mismo texto noticioso, toda vez que representan conceptos en abierta contradicción.
Como debemos saber, Zar es la palabra que identifica al antiguo soberano de todas las Rusias; es decir al todopoderoso autócrata tirano combatido por el proletariado y cuya lucha dio al traste con siglos de monarquía e instaló la dictadura de los grupos trabajadores.
Estos eventos conmocionaron al mundo hace casi noventa años y tenían como destronar a quien relacionaban, precisamente, con los niveles más altos de corrupción, latrocinio y prevaricación.
Entonces, ¿cómo se nos ocurre llamar con tal nombre a una figura cuyo propósito fundamental es perseguir y denunciar los actos transgresores dentro de las instancias gubernamentales, definitivamente asociado a lo que se combate?
Recordemos que los antiguos soviéticos arrasaron con la familia Romanov, con el zar Nicolás, la zarina Alejandra y los zarevitch, luego del triunfo de la revolución bolchevique y por añadidura para todos los trabajadores asociados del mundo insertos en la órbita socialista, la palabreja de marras fue borrada de sus vocabularios.
Si nos equivocamos, pedimos excusas; pero no creemos que zar anticorrupción sea lo mismo que paladín, líder, adalid que lucha contra la corrupción.