Los gobiernos deben entender que las presiones contra los medios de comunicación social, no tienen cabida en una democracia.
Casi nunca habrá una luna de miel entre medios y el gobierno de turno, porque la labor periodística es la de ser como una especie de perro guardián ante los abusos que se cometan y no de aplaudir las acciones de los poderosos.
Los gobernantes deben entender que el propio ejercicio del cargo se constituye como un imán que atrae todas las miradas escrutadoras. No es nada personal por parte de los medios y los periodistas, por lo tanto no se puede tener una epidermis ultrasensible a las críticas. Lo más correcto ante los cuestionamientos es salir a aclarar las cosas y no dejar que la especulación, las medias verdades o hasta la mentira, se difunda sin el debido contrapeso informativo.
Lo más inteligente es permitir el libre flujo de información, no tratar de presionar de una u otra manera. Hay que asimilar las críticas y si tienen fundamento, se deben hacer los correctivos.
Panamá no puede darse el lujo que organismos internacionales cuestionen cualquier cortapisa a la libertad de prensa. Ya hay varios casos durante la actual administración y otros heredados del anterior gobierno, que hacen sospechar que se están poniendo cortapisas a los medios.
Los funcionarios deben dejar a un lado la tentación de levantar el teléfono para indisponer a los periodistas, que nunca deben dejarse avasallar por ningún poderoso.