El ojeo o mal de ojo es una de esas potencias malignas que poseen ciertas personas, conscientes o involuntariamente, que causan el malestar en los seres de la tierna edad.
Un ojeo puede presentarse de dos maneras: como ojo callado, que se manifiesta cayendo el niño en un profundo sueño y exhalando débiles quejidos; como ojo llorado, que es cuando el infante lloriquea y grita sin descanso.
Sin embargo, la mejor prevención contra el mal de ojo es el uso del color rojo. Basta una lanita encarnada, puesta al cuello, sosteniendo una medalla religiosa, formando parte de un gorro, o cualquier prenda de ese color para ahuyentar el daño. Si por desgracia este ocurriera, habrá que destruir el mal con los otros siguientes procedimientos:
-Se le pone al niño ojeado la camisa de un Juan (alguien que lleve ese nombre).
-Se hacen sahumerios con tierra de las tres esquinas.
-Se le pone ají tostado en cruz sobre la cabeza y se le recitan oraciones.
El mal de ojo puede recaer también sobre los animales.