OPINION


Ya existe en Panamá la pena de muerte

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Por Juan Ramón Martínez
Periodista

Las sociedades que eliminan entre las posibles sanciones, ante crímenes abominables, la pena de muerte, no demuestran respeto por la vida humana, sino más bien una falla de valorización a la misma, en particular a la de la víctima. Se da la paradoja de que el victimario por su part, pase lo que pase, preserva su propia existencia y quién sabe y quién quita todo lo que pueda pasar después cuando, como hacen algunos, se pasean por la prisión con la Biblia en la mano.

En relación a esta ostentación bíblica, recuerdo que al inicio del año noventa un grupo de periodistas fuimos invitados a visitar la cárcel luego del escándalo (temporal como es clásico en Panamá), que se produjo cuandoSE hizo un censo en la misma dando como resultado un déficit de 96 presos entre los que deberían de estar detenidos y los que en realidad estaban. Aamén de los presos que con nombres falsos estaban cumpliendo las penas a nombre de otros, particularmente colombianos. Allí nos encontramos cara a cara con algunos de los más grandes delincuentes y criminales que produjo la dictadura. Uno de ellos me preguntó, -"Periodist, usted no cree en nuestro arrepentimiento", a lo que yo riposté -Se equivoca usted, yo no soy quién para dudar de su arrepentimiento, lo que sí lamento es la cronología del mismo, ya que si todos ustedes, hace cuatro meses hubiesen gobernado con la Biblia en la mano, este hubiese sido un país maravilloso. Es necesario reiterar la rapidez con la que el hombre se aproxima a Dios en proporción al peligro o malestar que lo aqueja.

Ultimamente se ha desatado una campaña, en la que sin prueba ni razonamiento alguno, ni referencias ni efectos comparativos comprobados, se asegura que el aumento de las penas no promueve la disminución del delito, ni siquiera la pena de muerte.

En la ciudad de Nueva York, conocida hace años como la capital del crimen, alguien tuvo la ocurrencia de disminuir las penas de cárcel, así como eliminar la pena de muerte. No habían terminado de promulgar tan complaciente ley, cuando los márgenes de robos, violaciones, drogas, asaltos y asesinatos, se dispararon a proporciones sin antecedentes. Poco años después de esa estupidez, tuvieron que volver sobre sus pasos incluso reactivando la pena de muerte. Hoy día en dicha ciudad los márgenes de criminalidad han disminuido en proporciones preocupantes, considerando las anteriores, para los abogados, carceleros, trabajadores sociales, la crónica roja, sicólogos, siquIatras, etc., es decir de todos aquellos que se benefician directa o indirectamente de la continuidad y el aumento del delito y suelen volcar la compasión al delincuente, quien es el que va a necesitar de sus servicios, no a la víctima ni a sus parientes.

 

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