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El político está tan acostumbrado a que en Panamá nadie hace nada cuando se desatan los escándalos, que ya no se preocupa por evitarlos. Durante los últimos años -es decir, durante este gobierno y el anterior- los escándalos vinieron por racimos. En la mayoría de los casos, se trató de corrupción política y administrativas, y en otros, de decisiones que perjudicaban abiertamente a la ciudadanía: en cada ocasión el pueblo panameño, esa gran masa silente y apática, guardó silencio.
Este tipo de actitudes es aprovechada por los políticos nuestros para seguir en sus andanzas. "Como el pueblo no dirá ni hará nada, sigamos". Este parece ser el criterio.
Lo cual no deja de ser un flagrante irrespeto a la gente. Como el ciudadano o la ciudadana no están interesados en otra cosa que no sea su pan, su momento de fiesta y sus otras cosas muy personales, el político y el empresario corruptos no dejan de meter la pata sin compasión, sabiendo que nadie les detendrá.
Pero se ve muy mal que sean tan descarados; es imperdonable que todas las semanas amanezca el país con un escándalo nuevo, con alguna guerra personal entre dos bandos en los medios de comunicación, o con alguna nueva certeza de que alguien en el gobierno se está aprovechan de su puesto para beneficio personal. ¡Hasta cuándo, señores... hasta cuándo! |
