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"Una Nueva perspectiva de la vida"

Hermano Pablo | Reverendo

El 10 de septiembre de 2001, un día antes del ataque terrorista contra las torres gemelas de Nueva York, Félix Sánchez presentó su renuncia. Corredor de bolsa de la agencia Merril Lynch, que tenía sus oficinas en aquellas impresionantes torres, Sánchez tenía talento como asesor de finanzas. El día siguiente, pocas horas después de haber desocupado su escritorio y de haberse despedido de sus compañeros de trabajo, parecía tener además muchísima suerte. Su decisión oportuna lo había salvado de la horrible muerte inesperada que sufrieron sus colegas.

Pero la suerte no habría de acompañarlo más que dos meses contados. Porque el día 12 de noviembre Félix Sánchez tomaría la desafortunada decisión de abordar el aerobús de American Airlines, vuelo 587, que no llegó a su destino en Santo Domingo sino que se estrelló en un barrio residencial de Nueva York poco después de despegar. Y Sánchez estaría entre los 265 que perecieron, entre ellos 174 dominicanos compatriotas suyos.

De apenas veintinueve años de edad, Sánchez había soñado con tener su propia agencia deportiva. Por eso volaba a su patria aquel lunes, para reunirse con futuros clientes en su nueva carrera como asesor de finanzas de beisbolistas dominicanos. Ya se había ganado la confianza de ciertos jugadores de renombre. Esperaba poder ayudar a sus paisanos a invertir con prudencia su dinero.

Para muchas personas, lo más increíble del caso de Félix Sánchez es que, habiendo tenido tan buena suerte el 11 de septiembre, la haya tenido tan mala el 12 de noviembre. Pero, a fin de cuentas, ¿es la suerte lo que determina el desenlace de nuestra vida?

De Moisés, que sacó del cautiverio en Egipto a su pueblo Israel, pudo haberse dicho acerca de su infancia: "¡Qué suerte tuvo! ¡La princesa, hija del mismo faraón que había condenado a muerte a todos los niños hebreos que nacieran, lo sacó del río Nilo, salvándolo de la muerte!" Pero pudo haberse dicho lo contrario acerca de Moisés cuando ya era mayor de edad: "¡Qué mala suerte tuvo!

Lo delató un hebreo de su propia sangre por haber matado a un egipcio que golpeaba a otro hebreo hermano de los dos.



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