Durante los primeros meses de vida, los niños padecen de ciertos problemas para dormir, se levantan con frecuencia y algunos sólo descansan cuatro horas seguidas. Esto se debe a que padecen de insomnio.
El insomnio es la dificultad de conciliar el sueño. El despertarse repetidas veces durante la noche, se convierte en un desorden que impide dormir al niño durante períodos prolongados de tiempo.
Un niño que duerme bien suele ser tranquilo, realiza actividades ordinarias y estables durante el día y se relaciona bien con su entorno. El sueño del niño suele durar unas determinadas horas, siempre en función de su edad y de sus necesidades, todo regulado por el ritmo biológico que indica cuándo debe dormir y cuándo estar despierto.
Por lo general, un bebé comienza a dormir cuatro horas seguidas después del tercer mes de vida. Al cumplir cinco o seis meses llegan a dormir 8 horas, pero en algunos casos hay infantes que, a pesar de tener un año, no llegan a dormir la noche entera.
Otros niños, sin embargo, se duermen con facilidad, pero se despiertan a media noche, en ocasiones, varias veces durante períodos menores de 10 minutos. Estas situaciones pueden considerarse normales y obedecen a situaciones como: ganas de orinar, sed, exceso de ruido, o calor en la habitación.
Para tratar de solucionar este mal, los padres deben aplicar ciertas estrategias; entre ellas: establecer un horario para acostarse, pues esto ayudará al niño a afrontar la angustia de la separación de sus padres y la soledad que deberá soportar durante largas horas si duerme solo en una habitación.
Además, la lectura de un cuento, un poco de música relajante, algunos juegos de caricias, un muñeco de peluche, etc. Cualquier cosa de este tipo puede ser útil para retrasar suavemente el momento de dejarlo solo.