Quién no ha enterrado a un familiar, quién no ha experimentado lo que es llorar y quién no ha sentido ese nudo en la garganta que se produce en momentos en que el dolor se apropia del corazón.
Hoy, que conmemoramos en nuestra nación el Día de los Difuntos, aquel último adiós, nos hace recordar que muchos nos llevan la delantera, han partido por delante hacia el más allá.
Pero al mismo tiempo, se inician las fiestas patrias. Por eso este día también debemos verlo con el prisma del patriotismo, analizando detenidamente el aporte de nuestros próceres para fundar y consolidar la nación.
El silencio, propio de esta fecha, debe convertirse en una canción que enaltezca las bases de la República, pues han sido muchos los aportes que connotados ciudadanos dieron para que Panamá sea la nación que es.
El hermano, padre, madre o abuelo que ya no están. Merecen recordación permanente. Los ciudadanos deben volcarse a los campos santos a llevar flores y elevar una oración.
Sin embargo, "nadie muere cuando es enterrado, sino cuando se le olvida", bajo esta premisa debemos tener presentes que si olvidamos nuestra historia patria nos estaríamos condenando a enterrarla, al igual que nuestra propia identidad de nación libre y soberana.
La tarea de mantener vivo un sentimiento es una función de los que sobreviven. Desde el padre hasta el educador, que se encargan de nutrir de conocimientos a los que en el futuro tendrán las riendas de un país, deben comprender esa misión.
Morir es algo natural. Es una etapa de estricto cumplimiento que únicamente puede ser burlada espiritualmente, si el hombre acepta la salvación y pide perdón a Dios por los pecados.