Iba a ser para ellos el idilio del siglo. Se habían conocido en 1926 en la escuela secundaria. Se habían enamorado a primera vista. Habían llevado, durante tres años, un noviazgo puro y limpio. Serían -según afirmaban ellos-, dos copihues, uno rojo y otro blanco, entrelazados para siempre.
Lamentablemente para María Ema Solís y Oscar Hormazábal, ambos de Santiago de Chile, un mal paso dado por Oscar lo obligó a casarse con otra muchacha. Ema sufrió el golpe de su vida, pero nunca perdió esperanza. Esperó, no sabía ni qué.
Sesenta y cuatro años más tarde Oscar enviudó, y María vio realizados sus sueños. Se casó con el amor de su juventud, aunque ya ambos cargaban más de 85 años..
La esperanza es lo que nos mantiene con vida. ¿Qué sería de nosotros, hombres y mujeres frustrados, viviendo en un mundo hostil, sin esa planta verde del alma llamada esperanza? Cuando todo parece perdido, cuando todo está fracasado, cuando no queda razón para vivir, entonces la esperanza, como una plantita debilucha, se abre paso entre los escombros de nuestro corazón, y nos alienta, nos consuela y nos sostiene.
A una señorita mexicana, de dieciocho años de edad, cierto joven le dijo: "Te llamaré por teléfono." La joven esperó diez largos años sin saber nada del muchacho, pero pasados dieciséis años del engaño, llegaron a ser marido y mujer, con un porvenir de felicidad conyugal.
La esperanza parece a veces irracional, el producto de un corazón turbado. Se espera lo que se desea, y luchando muchas veces contra la razón, el alma espera porque la esperanza es todo lo que le queda.
¿Estamos sufriendo hoy el dolor de la desesperanza? ¿Hemos sufrido alguna seria desilusión? Cuando la vida nos deja en el vacío y no nos queda ningún recurso humano, siempre queda el recurso divino. La invitación de Jesucristo de acudir a Él se aplica a todas nuestras desilusiones. Cristo quiere ser nuestro amigo. La Biblia dice que Él está a la puerta y llama. Sólo tenemos que decirle: "Te necesito, Señor. Ayúdame. Te entrego mi corazón y mi voluntad para que Tú seas mi dueño." Y Él hará precisamente eso. Coronémoslo Rey de nuestra vida y Él será nuestro amigo. Él nunca nos decepcionará.