Usted visita los cementerios del país y observa a una gran cantidad de tumbas descuidadas. Los familiares se han olvidado de aquella persona, que quizás en vida dio la mejor de si, para mantener a su familia.
Claro que es una obligación de los padres mantener a sus hijos, brindarle una educación y darle buenos ejemplos.
Aunque no hay nada escrito, lo correcto es que cuando los padres envejezcan, los hijos se hagan cargo de los que los trajeron al mundo. Es como quien dice un banco de favores. Sin embargo, hay hijos que ya convertidos en profesionales se olvidan de sus padres.
No los visitan, ni siquiera se toman la molestia de una llamada telefónica para saber cómo están.
Cuando los viejos desaparecen de la faz de la tierra usted puede observar a esos malos hijos llorando como una Magdalena, lamentándose por el deceso de la madre o de su papá.
Pero qué hiciste para ayudarlos cuando ellos estaban en vida.
Al cabo de los meses, esos hijos entran nuevamente en la fase del olvido.
Ni siquiera visitan la tumba de esos seres queridos cuando se cumple un aniversario del deceso.
No hay misa de recordación para ese padre, nunca medita para agradecerle todo lo que él hizo por ti.
Igual sucede cuando llega el 2 de noviembre, el Día de los Difuntos, cuando una gran cantidad de panameños concurren al campo santo a recordar a los que se han ido, para algunos hijos esa es una fecha cualquiera.
En pocas palabras, se han olvidado de sus padres muertos. Quizás mañana sus hijos hagan lo mismo con ellos.