Nos levantamos muy tempranito aunque no quisiéramos ir a ese lugar. Había mucho empeño en estar bien vestidos y planchaditos. Nos recomendaban no hablar a gritos, no jugar por los alrededores y mantener una postura de respeto.
Ibamos a ver lo que quedaba de "ellos". Eran aquellos parientes ya fallecidos.
El Día de los Difuntos era la ocasión para que nos reuniéramos los primos. A veces era la única forma de verlos y saludarlos.
Vengo de una familia con muchos tíos y primos, que antes se visitaban.
Con el tiempo fueron desapareciendo los tíos, ante el dolor de quienes los conocimos.
El punto de reunión de ese día era la tumba del abuelo italiano Tomassion Vacarro.
Vino de su tierra natal buscando "un mejor lugar bajo el sol". Lo encontró en Panamá donde desarrolló una familia de muchos hijos.
Ninguno de los primos conoció al abuelo, pero le guardábamos mucho respeto. Mi madre se encargaba de hablarnos de él, especialmente de sus virtudes.
Como niños, a los pocos minutos de ver la tumba fría ya estábamos aburridos. Entonces mirábamos el paisaje del Cementerio Amador, hace más de cincuenta años.
Ese día mucha gente visitaba a sus difuntos. Las tumbas estaban recién pintadas. No le extrañe que algún avivato se llevara luego coronas y ramos de flores, para venderlos a los deudos que llegaban al final del día.
Cuando teníamos poca edad no podíamos pensar en eso de "la muerte". Con decirnos que "está en el cielo", bastaba. Al ver las tumbas y sus nombres, nos imaginábamos cómo fueron ellos en vida.
Dicen que "la gente muere cuando se le olvida". Comprendo que ante tantos ajetreos de la vida actual, algunos deudos no visitan sus tumbas con frecuencia.
Pero eso no significa que olviden a sus parientes.
Ya marcharon al más allá todos los hijos(as) de mi abuelo, mis tíos. Ahora no se hace el ritual de visitar su tumba el Día de los Difuntos... A los primos los vemos de vez en cuando, por allí... ¡Cuánto lo siento!