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Sin embargo, tengo modales de cavernario

Redacción | Crítica en Línea

Los "buenos días", las "gracias", los "disculpe" y los "con permiso" cada vez suenan menos. Han tomado su lugar expresiones como "qué sopá", "bien pues", y "huye".

Y esas son las que suelta la mayoría de la gente cuando están de buenas. Otras palabrotas que escuchamos con mayor frecuencia no podemos redactarlas aquí.

¿Qué ha pasado con los modales?

Si escuchamos hablar a los niños hoy en día, parece que estuviéramos ante marinos o convictos. Una palabra sucia detrás de la otra.

Pero no es de extrañarse, porque en la calle, en las canchas de juego, en nuestros barrios populares, es igual.

Cuentan los viejos que antes en las escuelas públicas se enseñaba mucha urbanidad. Los maestros y profesores eran, por su parte, verdaderos ejemplos de decencia y cortesía, así como los padres de familia, lo que ayudaba en el proceso de enseñanza aprendizaje, pues un buen ejemplo instruye más que cien años de clases.

Hoy las cosas han cambiado. La destructiva programación televisiva que en la mayoría de los canales se aprecia -gracias a Dios hay algunas otras opciones-; las animaladas que se escuchan en la radio, y la pobre oferta en los diarios, aunado a la catástrofe que representan los malos educadores y padres de familia irresponsables, han convertido a nuestra joven sociedad en un triste muestrario de descortesía e irresponsabilidad.

Los muchachos mal hablados están por todas partes. Se escucha a padres de familia usando palabras altisonantes frente y contra sus hijos; las muchachas están por todas las esquinas mostrando su humanidad; los muchachos le faltan el respeto a ancianos, niños y mujeres; en televisión se abusa de la mala lengua y las atrocidades, unos contra otros.

Lo peor es que esa vulgaridad es considerada una especie de demostración de autenticidad, como si mientras más "crudo y duro" se emite el mensaje, más honesto se es.

La sociedad panameña se está convirtiendo en un caldo de cultivo de las malas intenciones y el mal trato del prójimo.

Tal vez sea hora de que el ministerio de Educación se humanice un poco e incluye el tema de la urbanidad y la cortesía en sus programas, de manera que nuestros muchachos y nuestras familias dejen de ser sitiales de cavernícolas y empiecen a ser focos de formación de seres humanos y cultos.




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