A estas alturas, ya el gobierno nacional no puede mirar hacia el otro lado, o darle más largas al asunto. Controlar los precios de la canasta básica, y en particular del arroz (la base de la alimentación del panameño), tiene que escalar al número uno en la lista de prioridades de las autoridades.
Hace tan sólo dos semanas atrás, Crítica publicó los resultados de un sondeo a nivel nacional de PSM Sigma Dos Panamá, en la que -de varias opciones- el 29% de los encuestados concluyó que el costo de la canasta básica familiar es el problema del país al que el gobierno debiese ponerle mayor atención.
El porcentaje de personas que optó por esta respuesta superó a quienes optaron por la inseguridad, la pobreza y la corrupción.
Y como para darle mayor validez a la opinión mayoritaria de los ciudadanos, en las dos semanas siguientes luego de la publicación de la encuesta, se anunciaron y pusieron en efecto nuevos aumentos a dos productos infaltables en la mesa: el arroz y la harina para hacer pan y dulces.
La actual administración ha tenido éxito en la atracción de megaproyectos de todo tipo, y en la aprobación de la ampliación del Canal Interoceánico.
Pero a un año y medio de las elecciones de 2009, los gobernantes tienen que dirigir sus esfuerzos para dar beneficios directos y palpables en su bolsillo a los que menos tienen, y no hay mejor forma de hacerlo que frenando la espiral de aumentos en los productos y servicios básicos.
Es un trabajo que requerirá de mediación y negociación en algunos casos y de acción dura y rápida en otros. Pero hay que hacerlo ya, porque cada vez estamos más cerca de una explosión social.