Se ha armado una discusión en pro y en contra con la posibilidad de eliminar el subsidio electoral insinuado por el señor presidente de la República, Ricardo Martinelli, con la excusa de utilizarlo para cumplir con el aumento de 50 dólares a los jubilados.
Este tema siempre es escabroso. El subsidio electoral en su génesis y razón de ser es un buen antídoto, una barda, que puede evitar que dinero sucio, del narcotráfico o de otras actividades ilícitas, financie la política panameña contaminándola y pudran el sistema democrático de la cual gozamos. Además, permite la democratización de la participación política, ya que no solo los dueños del capital podrían lanzar campañas y apadrinar candidatos, entre otras virtudes.
Pero los políticos del patio se han hecho una mala sangre con la población y sus electores; la reacción es favorable a eliminar el estipendio que permite a los pequeños partidos seguir en la liza. Los políticos no rinden cuentas claras y siempre se les acusa que los usan en su beneficio personal y no en las organizaciones políticas. Y si es eliminado corremos el riesgo que el dinero sucio, hediondo, mal habido, sea canalizado a la política.
Vespasiano, emperador romano del siglo I, dijo "Denarius non olet", ("El dinero no tiene olor'). Venga de donde venga, el dinero es dinero.
Quizás así piensan algunos al hacerle coro a la propuesta del primer mandatario de la Nación, pero creo que debemos meditar a fondo esta decisión, que de acuerdo a cálculos de los economistas, no resuelve la petición de los jubilados.
Además, corremos el peligro que el dinero sucio, mugriento, sórdido o mal habido, pero como dijo Vespasiano, no tiene olor que lo identifique, penetre la política y será de alto costo para la vida democrática de Panamá.