El máximo atleta olímpico que ha nacido en Panamá fue víctima ayer de un incidente bochornoso: el racismo. Un extranjero administrador de un edificio en el exclusivo sector de Punta Pacífica, prácticamente largó a Irving Saladino del apartamento que éste alquilaba en dicho inmueble.
Panamá ha sido signatario de todos los instrumentos internacionales de protección de los derechos humanos, contra el racismo y la discriminación racial, por lo que no se justifica esa actuación contra Saladino, ni cualquiera otro residente de este país.
Para colmo, el autor de esa manifestación de racismo es un extranjero, que debería es estar agradecido de que Panamá le haya acogido y abierto sus puertas.
Si ese tipo de manifestaciones discriminatorias se producen contra un medallista olímpico reconocido en casi todas las esferas de la sociedad panameña, habría que preguntarse lo qué podría ocurrir con el resto de los panameños afroantillanos, indígenas u otras minorías étnicas.
En estos tiempos, esas manifestaciones merecen la condena de la sociedad, sobre todo en Panamá que tradicionalmente ha sido un crisol de razas, donde el color de la piel o el credo religioso, no debe ser un factor determinante.
Panamá superó hace rato, las últimas manifestaciones discriminación que se daban en la antigua Zona del Canal con los llamados sistema del "Gold Roll" y el Silver Roll".
Lo sucedido con Saladino es reprochable y cada panameño o extranjero que resida en nuestro país, debe entender que aquí rechazamos el racismo venga de donde venga.