En Panamá estamos llegando al punto en que lo que usualmente vemos como necesidades básicas se están convirtiendo en lujos. ¿En qué casa de este país no se come arroz en alguna medida?
El reciente aumento en el costo del que es considerado el pilar de la dieta del panameño ha sido un ataque más de la especulación al bolsillo de los panameños, el cual ya ha sido suficientemente golpeado por la gasolina, la luz y el transporte.
Ya se está mencionando que el pavo y el jamón podrían sufrir un pavoroso aumento de 38%, justo a tiempo para las fiestas de Navidad, Año Nuevo, y los pocos que también celebran Día de Acción de Gracias.
Tras una década de aumentos sistemáticos e ininterrumpidos en prácticamente todos los productos y servicios básicos, el ciudadano común ya se siente acorralado.
Simultáneamente al debate actual sobre un aumento al salario mínimo, el gobierno, la empresa privada y los sectores populares deben avocarse a una discusión seria sobre el precio de la canasta básica y los servicios básicos, ya que dentro de cinco años más este país sólo será habitables para los ricos.
Al mismo tiempo, esto podría ser el inicio de una explosión social que nadie quiere, pero que al mismo tiempo nadie está intentando detener. Todavía tenemos tiempo para resolver el problema y poder continuar con nuestras vidas.