Era un otoño triste. Tal vez las despedidas no han sido el fuerte de los hombres enamorados de la vida. Bien lo decía Diomedes: "De ustedes me despido mañana, hoy no tengo valor de hacerlo".
La tarde se hacía gris. Y las ventanas de los balcones se cerraban ante el paso de una ventolina. Tal vez nunca la volvería a ver.
Así se fue. Las cosas buenas en la vida a veces se terminan. Debe existir lo amargo para que lo dulce se disfrute.
Cuántas veces no faltamos a un partido o a un entrenamiento y después cuando esa etapa termina te da remembranza recordar esos partidos en el Rommel. ¡Cómo extraño al coloso de Juan Díaz!
Esas noches mágicas cuando se veía un mar de gente escarlata y uno se aferraba a la grabadora como si fuera la última arma en la guerra mediática. Dichosos tiempos de eliminatoria que no se olvidan.
Y allí siempre había una niña. Hoy ya no está. Le da paso a otros sueños. Como todo en la vida. Cambios para bien.
En el deporte tiene que haber ilusión, si no la hay es totalmente monótono y sin ganas de nada, porque el deporte va por los sentimientos y si todo se vuelve aburrido, entonces caminamos hacia atrás.
Entonces tiene que haber una nueva ilusión. Un nuevo mañana. Un nuevo horizonte que te dé la luz que puedas acuñar en la monedita que late dentro del ser. Esa que los poetas dibujan en las nubes, los niños malos en los árboles, las chicas en los cuadernos con dos colores, pero que todos le colocan una flecha cupidiana en una perpendicular de amor.
A eso llamamos cambiar por completo el "feeling". Ya los Garcés, Tejada, Blanco, Blas y compañía dicen adiós. Ya su tiempo eliminatorio terminó. Duele decirlo, buenos amigos, buenos recuerdos, pero ya. Todo terminó.
Es la hora de los Cuper, Barahona, Papi, Manotas, Mazinger. Es una nueva etapa.
Así es la vida. Aquella niña que tantas noches te hizo contar estrellas, hoy sólo es un bonito recuerdo. Y aquella que conociste por accidente pasa a ser en las historias quijotescas la Dulcinea de la Vida, la Princesa.
Se va el 2009 y el deporte parece estancado. El 2010 podrá ser de otros sueños, de otros veranos, bajo la misma luna... la luna lunera.