Cuando el río suena es porque piedra trae, así es el refrán popular, pero para los residentes de Las Palmitas, en Torrijos Carter, el refrán era otro: "Cuando cae la lluvia se nos viene el puente".
Después de tanto denunciar hasta la saciedad los problemas con la estructura del puente que forma parte de la construcción de la segunda etapa del Corredor Norte, nadie les hizo caso hasta que murieron tres niños.
Las autoridades están acostumbradas a despertar de sus sueños hasta que son jamaqueadas por un problema mayor. Si no hubiera ocurrido nada, el puente estuviera listo, inclusive para su uso y entonces así la tragedia hubiera sido peor.
El detonante, o la gota que derramó el vaso en este grave problema que presentaban las familias residentes en ese sector, se registró aproximadamente a la 5:00 de la tarde del jueves 16 de septiembre de este año, cuando caía una fuerte lluvia. Un nuevo estruendo se hizo sentir en el mismo lugar donde murieron tres niños aplastados el pasado 14 diciembre del 2003.
Ante esta alarma no quedó otra opción al gobierno que ordenar la demolición de la estructura por considerar perjudicial para los que residen en este sector y por el grado de inseguridad que representa para los que transitan por la vía.
El desarrollo de los pueblos es sano si se organiza de forma correcta, sin afectar ni a los ciudadanos ni el ecosistema. Por algo se exige los estudios de impacto ambiental para determinar probables riesgos.
En este caso, a pesar que se hizo toda una serie de estudios, algo no funcionó de manera correcta, situación que hizo activar la alarma de las autoridades del Ministerio de Obras Públicas porque no cabe duda que se dejó de aplicar el procedimiento adecuado que hoy obliga a demoler la estructura vehicular.