Era una mujer de edad madura, casada con un señor que tenía dinero. Ese día bien temprano llegó a la casa en su lujoso auto del año. Sin pena alguna dejó varias cajetas con dulces y galletas que ella misma había hecho en su casa.
Y se las vendió a buen precio a la panameña casada con gringo.
Yo vi ese negocio y curiosamente pregunté por qué esa encopetada dama hacía dulces y los vendía a las amigas.
Me dijeron que de esa manera la dama rica sacaba suficiente dinero para el mantenimiento del auto.
Eso la llenaba de orgullo, pues sentía que contribuía en algo en los gastos de la familia.
Me sonreí y comenté que una mujer rica no tenía por qué vender dulces para pagar la gasolina de su lujoso auto.
Entonces me dijeron que en Estados Unidos conseguir dinero no es algo que dé vergüenza.
Desde jovencitos muchos norteamericanos realizan labores que les proporcionan algún dinero. De esa forma comienza a aprender el valor del trabajo... y del dinero conseguido con el sudor de su frente.
Cuando supe que la hija de un oficial del Ejército sudaba vendiendo hamburguesas en vacaciones, no lo podía creer.
Menos cuando el hijo de un ejecutivo se jactaba de ser el mejor distribuidor de periódicos del barrio.
Comenté que en Panamá sería una vergüenza ver al hijo de una familia clase media cuidando niños, o trabajando en una cafetería. Por eso muchos niños de gente pudiente no saben lo que es ganarse el dinero honradamente.
Se la pasan viviendo de los padres hasta ya bien adultos. Otros buscarán el camino del "juega vivo" para conseguir plata sin mayores esfuerzos. Y ahora con la alharaca del trabajo infantil, menos se podrá hacer que un niño aprenda desde temprano que la plata debe conseguirse trabajando de manera honrada. Tal vez por eso, muchos norteamericanos quieren enriquecerse con negocios. Mientras aquí en Panamá, muchos aspiran a llenarse los bolsillos con una "botella" o mediante la corrupción.