La economía del país se perfila que tendrá este año un crecimiento de entre 7 y 8 por ciento e igual proyección de estima para el 2007. A esto hay que sumarle que en el 2005 hubo un incremento del 6.4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Todo eso es positivo para Panamá, lo malo es que todavía persiste un grave problema de distribución de la riqueza, situación que ha sido advertida por diversos organismos locales y extranjeros. En pocas palabras, el jamón se lo llevan unos cuantos y una inmensa mayoría debe hacer esfuerzos sobrehumanos para sobrevivir.
Ya hay empresarios que han expresado preocupación sobre ese mal, pero la mayoría todavía no capta el peligro de un estallido social. Países vecinos por décadas vivieron situaciones similares y luego se dieron hechos de violencia sin precedentes, secuestros, asesinatos y guerrillas que hicieron inseguras las calles de esas naciones.
No hablamos de regalar, sino de compartir la riqueza con los que menos tienen, sacrificar algo de la ganancia. Gracias a Dios, Panamá hoy todavía sigue siendo un país muy seguro, pero no hay que obviar que la violencia se incrementa poco a poco.
Y es que la gente pobre no entiende de crecimientos del PIB, sino de la pobreza que enfrentan cada jornada, donde a veces no hay ni para desayunar y familias enteras viven apiñadas en una pequeña casa de la capital o el interior.
A lo mejor cada semestre crecen los indicadores económicos portuarios, la Zona Libre de Colón, la construcción y las telecomunicaciones, pero siguen existiendo esos bolsones de pobreza. La gente que más tiene, debe entender que no todo es ingresos menos egresos. Hay una responsabilidad con la sociedad pobre que no se puede obviar.