Parada frente al solar vacío del antaño mercado público de San Felipe, miré cómo pasa el tiempo. Toda una vida llena de historias desaparecieron en un instante.
Me dieron ganas de ser historiadora. Saber a ciencia cierta cada detalle sobre el desaparecido edificio que significaba todo para quienes habitan el Terraplén.
Con estos pensamientos me traslado a Chiriquí. En medio de una sala rodeada de piezas, cuadros, y libros históricos, observo el rostro del doctor en Historia, Mario Molina. Muy serio, lleno de certeza en sus palabras me habla acerca de esta profesión y sus protagonistas.
"El historiador es un incansable buscador de informaciones nuevas y de datos". Siento orgullo y satisfacción en su charla acerca de su constante labor. Sigue contando que pronto conocerá más de los archivos parroquiales que conservan los mormones, puesto que son los únicos bien conservados.
Para este especialista de la historia (recién logró su doctorado en España), el historiador además de estar dedicado por completo a su trabajo, "debe tener buen gusto por la lectura y ser muy disciplinado, puesto que es agotador leer tantos documentos para transcribirlos". Hace referencia a su labor con una obra de Panamá La Vieja, que data e finales del siglo dieciséis y diecisiete.
Estos pliegos "están en escritura antigua y no es fácil deletrearlos" explica el historiador chiricano. Estos profesionales, señala el doctor Molina, son innatos investigadores que no se conforman únicamente con los "refritos bibliográficos" como dice en la Madre Patria.
Ríe al recordar simpáticas anécdotas durante su estancia en Sevilla. Agrega el doctor Mario Molina, "uno es como un arqueólogo", aunque lamenta que en Panamá los archivos documentales no estén bien clasificados. Este historiador nacional argumenta en que debe haber más historiadores, ya que dentro de una sociedad, esta es la persona que recoge la memoria histórica de los pueblos". "Ayudan a tomar mejores decisiones históricas. Más en un país que se supone que está en desarrollo".