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Busquemos la reconciliaci�n

R�mulo Emiliani | Monse�or

Es frecuente escuchar palabras como: "Yo a ti no te perdono; esto que me acabas de decir jam�s lo olvidar�; nunca volver� a hablarte; te ocio". El problema es bastante serio. Es el de la brecha que se abre en demasiados hogares, en muchas empresas y en algunas comunidades, porque no hay esp��ritu de reconciliaci�n; palabra muy importante que yo quisiera le quedara grabada en su coraz�n.

Vivimos en un mundo que no quiere reconciliarse. Vivimos en un mundo que a nivel pol��tico o empresarial la reconciliaci�n no se practica; es algo dif��cil de lograr. Hay tantas familias donde eso de perdonarse es algo que suena inadmisible. Sabemos que la desconfianza, los malos entendidos, las peleas y las divisiones son pesares frecuentes en la humanidad; una aflicci�n usual en tantas ocasiones, motivada por nuestro pecado personal, por el pecado ambiental, por todo este arrastrar, durante siglos, el h�bito del conflicto causando divisiones irreparables. Este problema tiene remedio. El remedio tiene un nombre: la reconciliaci�n. Y Dios nos llama a la reconciliaci�n con �l, con los dem�s y con nosotros mismos, porque muchas veces estamos peleados con nosotros mismos.

Es interesante ver en los equipos de f�tbol c�mo llevan siempre un masajista y un m�dico. Cuando un jugador es lesionado, inmediatamente salen al campo de juego un par de personas y un masajista con una camilla, tratando de curar la pierna o el brazo del jugador. Y cuando es necesario, tambi�n acude el m�dico. Hay en los equipos un sistema de prevenci�n con personas especialistas, porque saben que es muy probable que surjan lesiones. Pues seamos realistas. Es muy dif��cil que en la vida familiar no existan lesiones, golpes, choques, ofensas, igual que en la vida empresarial o en cualquier otro campo de convivencia humana. Todo esto hiere el coraz�n. Debemos tener los mecanismos adecuados para evitar que las peleas provoquen brechas que no puedan ser reparadas.

No se margine, no sea instrumento de tinieblas. No est� sembrando divisiones, m�s bien, reconc��liese con los dem�s, con usted mismo y con dios. Si se siente impotente, p��dale mucho al Se�or que le ayude, porque �Con Dios, Usted es Invencible!



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