Son los "pachiteros" del terraplén el grupo de borrachos que más admiro en esta leal ciudad de Panamá. Ellos, como los grandes paquidermos han sabido escoger responsablemente su morada para no incomodar a nadie. Pero aquellos alcoholizados que por desgracia ciudadana demoran años en tocar fondo y se mantienen manipulando con su vicio a propios y extraños, gozan de mi total repudio, veamos por qué me enarcan como a un gato, estos asesinos en potencia: Por las muertes en accidentes de tránsito, por la violencia familiar, por la ausencia laboral, por los hogares destruidos y por el maltrato infantil.
Los alcoholitos del terraplén son apacibles. Mientras que los libadores sociales son tan sinvergüenzas que juran compartir la inmunidad nacional con los diputados, para ellos la ley universal de "borracho no vale", es garantía para que les aplaudan sus crueles desatinos provocados por su estado mental. Organizaciones, fábricas, talleres familiares y amigos se ven obligados a velarlos como si fuesen niños de pecho.
Y, es que los borrachos son manipuladores por excelencia, cosa que usted no ve en enfermos de SIDA, cáncer, diabetes y menos los ciegos.
La APT (Asociación de Pachiteros del Terraplén), conscientes del daño que ocasionan sus colegas que no admiten que son borrachos peligrosos, dio un madrugonazo a su Estatuto, de manera que pueden irse a vivir con ellos.
La admisión no discrimina alcoholitos por peleadores, gritones o románticos y no interesa si son: albañiles, abogados o médicos. No es menester llevar maletas, cepillo de dientes, jabón ni papel higiénico...
¿Para qué? Esta grandiosa oportunidad permitirá saber que viven a gusto, sin afectar a terceros, en un mundo en donde al parecer no importa si es de día o de noche, no se afectan los sentidos no importan los desastres naturales, políticos, económicos y sociales.