Los diputados, en su mayoría, pasan por la Asamblea Nacional sin marcar huellas y dejando un sabor amargo en el paladar de sus electores. Son muy pocos los que se han inmortalizado en la historia política panameña por realizar aportes significados al país en lo que a leyes se refiere.
Muchos de los llamados "padres de la patria", legislan para beneficio de su colectivo, de sus intereses particulares o simplemente para ganarse los elevados salarios y privilegios, que ser diputados de la República les confiere.
Y los diputados que trascienden, por lo general, lo hacen por escándalos políticos, por defender lo indefendible, justificar lo injustificable, por exonerar autos lujosos, por el embotellamiento de seres humanos, o por repartir la publicidad estatal, entre amigos, parientes o "queridas".
Sin embargo, no todo es malo y pecaminoso en la Cámara, hay cosas rescatables, algo trascendente dentro de lo intrascendente, por lo menos, en la administración presidencial de José Muñoz y Manuel Cohen.
Ambos diputados, desde el primer día de su gestión se comprometieron a eliminar los fueros y privilegios en el recinto, adecentar el debate político y sanear la deteriorada imagen de ese órgano del Estado, duramente cuestionado en los últimos meses.
De lo rescatable, la creación de Oficinas de Participación Ciudadana en el país. Este proyecto busca acercar la gestión parlamentaria a los interioranos, deseosos de elevar quejas y propuestas, y que demandan servicios de información y atención más eficientes y accesibles en términos de distancia.
La iniciativa permite la simplificación de trámites, moderniza, mejora los servicios y fomenta la participación del ciudadano en las acciones diarias de la Asamblea Nacional.
Con este proyecto, el ciudadano percibirá que sus aportaciones son consideradas, se les da seguimiento y que tienen como resultado una respuesta.
De esta forma se incrementará el grado de participación y de utilización de los servicios del recinto y se mejorará la imagen, de por lo menos, hasta la administración de José Luis Varela, un concilio intrascendente.
