Las luchas de las mujeres para que se les respeten sus derechos es incansable. Hay ciudadanos o sujetos que no respetan, son expertos acosadores de mujeres casadas o solteras, amas de casa o profesionales, y lo hacen de manera premeditada de diferentes formas. Y pareciera que son impunes ante el rigor de la justicia.
Estos sujetos, que se radican en barriadas media, pobres, ricas, etc, jamás podrán ser buenos ciudadanos, porque la obsesión que llevan por dentro los martiriza y los hace cometer acciones violatorias a los más sagrados principios de los derechos humanos, de la convivencia pacífica y del respeto.
Ser buen ciudadano es respetar no solo el derecho de la mujer de transitar libremente, sino de hacer una vida tranquila con sus familias. Hacer lo contrario demuestra un descontrol emocional grave que los puede llevar a delitos mayores.
En nuestro país se ha visto claramente cómo mujeres acuden a las corregidurías a denunciar los acosos de que son víctimas de gentes encorbatadas, de gente que se dicen poseen recursos, pero de gente que sufre del delirio de perseguir, de hacer gestos vulgares, de gritar palabras de alto calibre.
Son seres humanos que jamás podrán ser buenos ciudadanos, al contrario, seguirán ambulando como supuestos delincuentes del acosamiento.
La falta de autoridad de las corregidurías, de las estaciones policiales, que no tienen las herramientas legales para poner en su lugar a los delincuentes acosadores hacen más difícil las denuncias y el temor de hacerlas.
Falta una legislación más severa, de castigo a esos malos ciudadanos que se dedican al acosamiento, a la persecución de mujeres que se ven encarceladas en sus propias viviendas ante el ataque de esos desalmados de la sociedad.