En la antigua Zona del Canal existía lo que se denominaba el "silver roll" y el "gold roll". Quizás muchos desconocen que significaban esas frases.
Era un sistema en el que los empleados estadounidenses recibían un trato preferencial en comparación con los panameños que desarrollaban igual labor. El "oro" era para los gringos y la "plata" para los panameños. Los gringos de ese tiempo nos trataban como perdedores, tal y como sentencia aquella frase de que "el que llega en segundo lugar, es el primer perdedor".
Mucha agua ha pasado desde entonces. En la Zona del Canal se abolió el sistema y se reemplazó por lo que debe ser: uno en base a los méritos. ¿A qué viene todo esto? Bueno, que todavía en algunas facetas de la vida panameña sigue vigente el "silver roll" y el "gold roll", con una u otra variante.
Usted nada más tiene que salir a la calle para darse cuenta de ello.
Aunque se diga lo contrario, a muchos negros los siguen discriminando por su color de piel; la gente te trata conforme vas vestido; y hasta en las empresas públicas y privadas, se producen variaciones de salarios entre personal de similar capacidad. ¿La razón? Sexo diferente, color diferente, aspecto diferente, edad diferente y nacionalidad diferente. En otros casos, la discriminación se convierte en preferencia, cuando se trata de una persona con tal o cual apellido. En este caso, la discrimación es generalizada contra el resto de las personas, en beneficio de uno solo, y solo por ser "fulano de tal".
En el ámbito social, las personas deberían ser tratadas tal como se comportan. No puede ser que te midan por lo que traes en el bolsillo.
¡Cuánto tienes, cuánto vales!, parece ser el pensamiento de algunas personas.
En el campo profesional lo que vale es la capacidad y el intelecto. Es cierto que no todos tienen la misma facilidad para desempeñar una determinada labor, pero lo lógico y justo, es que al menos se reconozcan similares condiciones a los que tengan igual desempeño.
Si vivimos en un país con valores democráticos y con el precepto de la defensa de los derechos humanos, es imperante dejar atrás la discriminación y solidificar una comunidad donde reine la justicia y la equidad.
En Panamá -que yo sepa- no existe ni la monarquía ni los nobles. Todos somos iguales ante la ley, y no habrá "fueros ni privilegios" para nadie, según establece nuestra Constitución. Lástima que parece haber algunos que tienen su propia ley, que aplican cuando les conviene.