Desde tiempos proverbiales, la voz ha sido el punto de partida para comunicarnos, acompañados muchas veces del lenguaje gestual. ¿Qué hubiese sido de aquellos primeros hombres que habitaron nuestro planeta, si sólo se hubiesen comunicado con sonidos de "tam-tam" de maderas huecas y ruidos guturales? La voz hizo grande a Aarón el "sumo sacerdote" de la tribu de Moisés. Una voz profunda y que retumbaba en el ambiente; Marco Antonio, quien organizó el Segundo Triunvirato en Roma, con Octavio y Lépido; Hitler quien con su voz y gestos para desgracia de la humanidad, caudilló el III Reich alemán en 1934.
Cuántos grandes hombres crearon hitos en la historia del mundo: Itsimatzu Hiro con su frase épica del ataque a Pearl Harbor: "Tora Tota"; Orden Well quien en 1933 narró en Nueva York, "La guerra de los mundos" y creó una oleada de muertes y suicidios, porque se coligió que los extraterrestres habían aterrizado; Bill Williams Dyers quien con su voz estimuló a las tropas norteamericanas en Viet Nam; César Loasa narró para el mundo el famoso terremoto del Perú que dejó 50, 000 muertos. No podemos dejar en el éter a don Ramón Levy, panameño, quien narró para la Voz de Las Américas la llegada del hombre a la luna.
Fueron voces que hicieron historia, pero acerquémonos más a nuestra época, César Sanjur, Enrique Victoria, Celiano Fonseca, Edgar Sánchez Romero, Bosco Vallarino, Lissette Condasín, Lorena Castillo, Dalila Aguilar, voces hermosas, llenas de matices con color y profundidad.
En nuestra televisión de ahora funcionan para nuestros televidentes con sus créditos en el paladar, Castalia Pascual con pequeños fallos en su respiración; María Elena Bustamante, Marta Alvarado, Caroline Smith, Abdel Fuentes, Gisela Tuñón, Marta Fonger, hacen llevadera la mañana con sus voces narrativas, no así porque se mete en los huesos y en el cerebro transformando en un culto nasal a Velarde, quien debe hacer algunos ejercicios para mejorar su tono, lo mismo que la Wisny.
Desde que aprendemos a llorar, nuestra voz se convierte en nuestra principal herramienta de comunicación. Hasta los animales más hermosos emiten sus diferentes sonidos a través de sus propias "voces" y a algunos los admiramos por ello, a otros les tememos. Igual pasa con nuestra voz. Nos encanta escuchar una voz melodiosa, con buen timbre y color. Pero hay algo más que este sonido que se emite con el aire que sube desde nuestros pulmones y va a través de la laringe rozando nuestras cuerdas vocales. Esa voz lleva un mensaje desde adentro de nuestra alma. La voz entonces es un todo, es un resultado sinérgico de diferentes controles en nuestro cuerpo: el sensorial, a través de la audición; la laringe, órgano reproductor de la emisión; el resonador en nuestras cavidades, la boca, la cara, en el abdomen, en el tórax, en la cabeza.
Sólo podemos comparar a nuestra voz en este sentido con nuestra mirada o con nuestra sonrisa. Son esas expresiones intangibles, pero observables, las que nos dejan ver al verdadero ser humano que llevamos por dentro, así que por esa misma razón hay que cultivarlas. La voz debe cuidarse y conservarse.