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  RELATOS Y REPORTAJES

REALIDAD: INFANCIA CALLEJERA
Escuela delictiva
En la calle, los niños aprenden las artimañas para sobrevivir en el mundo de la delincuencia.

Miriam Vicenta Almanza | Crítica en Línea

Imagen foto

¿Por qué la madre permite que su hija la espere en la puerta de una cantina? (Foto: Corella / EPASA)

La noche transcurre lenta por las arterias principales de la ciudad capital.

Los faros de un auto se mezclan con las luces opacas de los postes del tendido eléctrico, para dejar ver a un par de niños semidesnudos, con apenas un pantaloncito corto, una camiseta sin mangas y chancletas, sorteando los vehículos cuyos conductores pisan el acelerador para que nos los “agarre” la luz roja del semáforo.

El cambio de luces del aparato tricolor, es suficiente para que los pequeños recorran los autos en busca de alguna moneda, pero sus caritas se estrellan contra las ventanas cerradas y la indiferencia del que está al volante y su acompañante, que espera el cambio de luz verde para poner en marcha la maquinaria.

Esa imagen en alto relieve y movimiento es parte del paisaje urbano de Panamá observable en avenidas como la Nacional, Ricardo J. Alfaro, Vía España y Calle 50, entre otras.

C: ¿Cuántos años tienes?

N: Ocho.

El pequeño tenía la carita sucia, pero su mirada era Viva, Crítica en Líneaz, y mientras respondía a la curiosidad del pasajero del auto, sus ojos examinaba la larga fila de autos en tanto que con su manita tocaba el vidrio del más próximo a él.

La competencia es ardua. Se notaba en el pequeño la desesperación porque su compañero de vía no se quedara con la dádiva del conductor. Parecía que quería captar todos los autos.

Es que sabía que los conductores sólo le darían a uno de ellos. Y él quería ser el elegido.

Eran las 8: 00 de la noche de un día de semana.

C: ¿Dónde vives?

N: Calidonia.

La prisa por alcanzar otra ventanilla lo arrancó de la cercanía del conductor curioso, y el aire dejó la estela de un olor de varios días sin que el agua recorriera su curtida piel.

Padres descarados

En los alrededores de una discoteca en Calle 50, una mujer y dos niños son parte de la noche.

Ella, de “buen ver” según los hombres, se presenta alrededor de las 11: 00 de la noche, acompañada de sus pequeños. Ella cruza la vía y se pone a “coquetear” con los conductores de taxis y “amistades” ocasionales que llegan al lugar. Pero su mirada está atenta a los autos que se estacionan en las inmediaciones del centro bailable.

M: Corre. Ahí llegó uno.

La voz acompaña la mirada avara. Mientras tanto, los niños cruzan corriendo y rodean el auto recién estacionado.

“Dame algo pa’ come’”, “Señor, deme algo”, “Le cuido el carro” o sencillamente no dicen nada y extienden la mano.

El más grande de los niños tiene 10 años y su hermanito 8.

“Esa mujer es una sinvergüenza. Ella se ve bien. Puede trabajar, lavar, planchar...”, dice un hombre que ha cruzado palabra con la madre de los niños.

“Crítica” conoció que la mujer vive en un barrio de San Miguelito y casi todas las noches llega al lugar con sus hijos.

Realidad

La situación de los niños de la calle es una realidad de América Latina, la cual compromete el presente y el futuro de las sociedades.

Esos niños tienen sus derechos violados: no van a la escuela, no se alimentan bien, no tienen un hogar decente, no sonríen como lo deben hacer los de su edad.

Las niñas están expuestas a que depravados las violen.

Lo cuestionable por la ciudadanía es: “¿Dónde están las autoridades?”.

La presencia de los niños pidiendo dinero en las calles, en los semáforos o trabajando vendiendo estampitas en los restaurantes, o pidiendo comida, es un memorando social, según el psicólogo Abelardo Lambraño.

¿Crisis económica? ¿Sinvergüenzura? ¿Necesidad?

Cualquiera que sea la respuesta, la realidad es que en Panamá, muchos niños saltan de la cuna a la calle, a trabajar y a enrumbarse a la delincuencia, resaltó el especialista.



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